miércoles, 29 de diciembre de 2010

Se va 2010, llega 2011 con elecciones y mucha, mucha, mucha inflación.


Arrancó 2010 con la crisis del Banco Central por la negativa de Martín Redrado a seguir emitiendo para pagar deuda o incentivar el consumo doméstico. Las razones técnicas de la negativa de Redrado son muchas pero la principal era la Inflación latente reprimida.

De punta a punta del 2010 pasaron muchas cosas en materia económica. Se inauguró la crisis Europea más importante desde el nacimiento de la zona euro. Las turbulencias no fueron pocas.

Finalizando el año se confirma que lo que decía Redrado era verdad, que estamos enfrentando un período de alta inflación con el riesgo de duplicar el indicador el año que viene.

A la inflación que se sembró durante el 2010 debemos agregar que este nuevo año es eleccionario y el incentivo a seguir con la fiesta de incentivar el consumo y el gasto público vía emisión inflacionaria es muy alto.

Sería una sorpresa encontrar racionalidad en el gasto público y la emisión monetaria. Lo más probable es que durante todo el 2011 se acrecienten las dos vertientes con lo que el nuevo gobierno deberá enfrentar en el 2012 problemas muy graves producidos por este impuesto que perjudica mayormente a la clase media (la poca que queda) y los asalariados.

En el contexto externo la inflación mundial es un hecho descontado. Consecuentemente, a la inflación doméstica debemos sumarle la inflación externa que importaremos.

Los commodities seguirán su camino de precio alcista. Lo único que puede compensar un poco es que el dólar se fortalezca contra las divisas principales, cosa poco probable en la medida que el Banco Central Estadounidense (FED) no deja de emitir. EEUU necesita de un dólar débil para sostener en parte el déficit terrible que tienen y adicionalmente incentivar el crecimiento económico y la baja del desempleo en el largo plazo.

Por ello, de mantenerse el estado actual de los acontecimientos debemos esperar una inflación que como piso estará en el 40% anual promedio. Si, escribí bien, el piso es el 40%.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Todo huele a golpe... de Estado


Aquel día en que murió Néstor Kirchner tuve la oportunidad de escribir respecto de lo que esperaba que ocurriese hacia el futuro en materia económica y política en Argentina.

Tuve la arrogancia de afirmar que Macri, De Narváez y Duhalde intentarían organizar un golpe de Estado para tomar el poder antes de lo previsto.

Lamentablemente la realidad política me hace pensar que no estoy muy errado respecto de mis previsiones.

Me tocó vivir de cerca en el 2001 el golpe de Estado organizado por Eduardo Duhalde y su aparato peronista ese fatídico 20 de diciembre, trabajaba en la juventud de Acción por la República y estaba cerca de personas con información y decisión. Sabíamos que se gestaba un golpe, lo que no sabíamos era el método.

Siempre que hay que tomar el poder, tiene que aparecer algún que otro muerto. Recordemos, a De la Rúa le organizaron el golpe en plena Plaza de Mayo: hubieron muertos. A Duhalde el aparato peronista le ordenó adelantar las elecciones mediante la muerte de Kosteky y Santillán. ¿Por qué ahora no podemos pensar en otro esquema parecido?.

En pocas cosas puedo estar de acuerdo con el gobierno Kirchnerista, pero soy un convencido que son las urnas las que deciden quien sigue y quien no. Claro está que las urnas también están contaminadas por clientelismo político y prevendario, pero aún así es el mal menor.

La economía mundial está viviendo el nacimiento de una temporada prologanda de alta inflación mundial y la Argentina necesita realizar políticas compensatorias o acomodaticias para no sumar, a la inflación externa, la interna o doméstica.

Para ello se necesita decisión política y capacidad de liderazgo. Se requiere además, que los partidos políticos  se pongan de acuerdo en los pilares de la lucha contra el peor impuesto, la inflación.

Intentar derrocar a Kristina Kirchner no ayudará a la sociedad ni en lo básico. Viviremos problemas exacerbados por los fundamentales económicos y los problemas políticos.

¿Madurará en algún momento de la historia la clase política argentina?