viernes, 20 de julio de 2012

La Argentina y sus enfermedades recurrentes

El país, poco a poco, se está estancando. Si todavía no mostró toda la furia de la recesión es gracias al yuyito y a la velocidad en la que se está emitiendo.
Las razones de la desaceleración económica son muchas. Algunas son atribuibles a las malas decisiones económicas del gobierno y otras vienen dadas por las circunstancias internacionales. Lo cierto es que se suman, no se contraponen.
En el ámbito doméstico, emitir para financiar el gasto público en una economía con plena capacidad instalada en uso es ciertamente inflacionario. Es importante comprender la diferencia entre emitir cuando existe capacidad instalada ociosa y emitir con plena capacidad instalada ocupada. La emisión en circunstancias de plena ocupación de los recursos implica necesariamente inflación por el sobrecalentamiento de la economía (técnicamente la economía está a la derecha de su producto potencial o de pleno empleo). El resultado de emitir sin ampliación de la capacidad instalada (sin inversión) es muy dañino y termina como rezan los textos, siempre en una caída muy fuerte de la actividad económica y el riesgo de una depresión por estancamiento con inflación.
Lo doloroso de esta situación es que Argentina ya vivió 15 años de estanflación y los que gobiernan hoy saben perfectamente lo que eso significa para la población en general porque vivieron esa etapa.
La estanflación es una enfermedad económica muy grave, una de las peores que puede presentar un sistema de mercado y curar esa enfermedad siempre es doloroso. Se diga ajuste, sintonía fina o aterrizaje suave el resultado es el mismo, sufren los asalariados y los más pobres.
Una economía en recesión con inflación (estanflación) implica necesariamente pérdidas de trabajo por la caída de la actividad y subida del nivel general de precios; es decir, no solamente se pierde el trabajo sino que además afrontar la vida es cada día más caro.
La estanflación es como un empacho pero que se cura muy lentamente. Uno se atasca de comida (recalienta la economía con emisión monetaria y busca con eso incentivar el consumo innecesario) y luego se termina descomponiendo, el problema es que la economía no se cura con hepatalgina.
El freno en la actividad viene dada por los factores internacionales pero además por las restricciones de importación de bienes de capital e insumos que resultan indispensables para el normal desenvolvimiento de la economía. Las restricciones a la salida de capitales (cepo al dólar, en términos coloquiales) resultaron antojadizas a juzgar por los comentarios de las autoridades. Y en la contabilidad es muy simple, o se está mintiendo respecto de que hay dólares necesarios o resulta un capricho. Es decir, el mayor riesgo implícito de estas medidas está en que se esté mintiendo respecto del nivel actual de dólares disponibles en la economía (reservas). Eso sería muy pero muy grave. El antecedente inmediato de esto está en el año 1999 cuando Menem decía que dejaba la presidencia con 33.000 millones de dólares de reservas y Machinea un mes después decía que las reservas comprobadas no pasaban los 10.000 millones de dólares. No estamos en una situación como el 2001 pero vale la referencia.
A las malas decisiones de política doméstica se agrega la crisis económico-financiera internacional. Argentina vivió la bonanza de los precios de los commodities y el resultado de un dólar extremadamente débil desde el 2003 a 2011.
Desde enero del 2012 que el dólar no para de apreciarse en el mundo y es la soja la que única materia prima que se mantiene con precios muy altos. Vale aclarar que dólar fuerte y yuyito fuerte no son compatibles en el tiempo, uno de los dos precios debe desinflarse, imagino que saben de qué precio estamos hablando.
La soja se sostiene alta por la sequía imperante en EEUU, el problema acá radica básicamente en que la soja tolera prácticamente cualquier clima y si las lluvias volvieran a EEUU y la producción no está tan perdida como se dice, entonces tendremos una caída muy fuerte del precio de la soja y la burbuja habrá estallado. Es decir, efectivamente el dólar seguiría fuerte como moneda respecto de las demás y el precio de la soja se desinflaría a niveles incompatibles con la competitividad argentina. El resultado de esa mezcla es una brusca devaluación del peso argentino para volver a niveles competitivos y con ello más inflación.
La estanflación lleva mucho más tiempo de tratamiento que las fluctuaciones del mercado; estamos en ese sentido, en una trampa que puede explotar en cualquier momento.
Curar esta enfermedad en la que solamente nosotros nos metimos implica repetir la historia, una vez más, como cada 10 años.